El altar que nos convierte en templos es permitir que Cristo sea el sacrificio en cada una de nuestras actitudes.
No se trata de una religión que te obliga.
Cuando das a quienes lo necesitan, te vuelves consciente de sus situaciones, lo que ayuda a reparar tu propio corazón.
Tu sanación no vendrá solo por haber escuchado 200 sermones, sino al permitir que Cristo obre a través de ti.
Bendiciones amados,
Ana Méndez Ferrell