El Espíritu Santo es mucho más que solo hablar en lenguas o experimentar profecías; es lo que nos conecta con la totalidad de Dios.
En Pentecostés, el Reino de los Cielos se manifestó y, por primera vez en la historia, el Espíritu de Dios habitó en los creyentes.
Anteriormente, solo se manifestaba en profetas, pero al llegar el Espíritu Santo, transformó a los 120 y los sumergió en las dimensiones del cielo y transformo su naturaleza en la esposa del Cordero.
Bendiciones amados,
Ana Méndez Ferrell