Una gran parte de los sufrimientos que padecemos en el alma, es por lo que nos decimos desde esa torre con la que nos hemos ido protegiendo en contra del mundo aparentemente hostil que nos rodea. Es lo que creímos equivocadamente que éramos, donde nos sentimos menos, donde el mundo entero está en nuestra contra, donde creemos, tal vez que no somos dignos ni del amor de Dios. Donde nosotros mismos pusimos límites y barreras al amor y al poder confiar en los demás.
Con todo, al final no importa qué hayas usado para construir tu morada, o cuales hayan sido las circunstancias de cada elemento, lo importante aquí, es entrar en conciencia de que ese lugar que construiste, no es el lugar que Dios diseñó para tí. Ese es el lugar que tu pequeño diosesito, limitado y asustado se construyó para sobrevivir en esta dimensión.
En otras palabras, esta construcción está hecha por tí y tus circunstancias, y la creaste desde tu limitado ser, por el terror a volver a vivir lo mismo, para hacerte invisible, para protegerte, para elevarte, para demostrar algo, por el miedo a no “ser”, para tener un lugar “seguro” en el cual nadie puede dañarte, lo cual es la más grande mentira que existe.
Estas construcciones lo primero que crean es separación e individualidad, pero tú fuiste creado por Dios y saliste de su corazón para vivir en unión con él, no en separación. Eres parte de un cuerpo en el cual unos dependemos de los otros. Más adelante nos adentraremos en el morir al “yo” para vivir en el nosotros.
Mientras vivas tu vida desde esa morada, desde esa construcción, cada paso que des, cada decisión que tomes, la harás desde tu “estado de consecuencia”.
Todo lo que has vivido hasta el día de hoy va a tener un impacto en tu vida futura. Si hay algo que he aprendido, es que sin importar lo que te haya tocado vivir, una vez que vuelves a la unicidad con Dios, y Él se vuelve tu morada, entonces él empieza a usar todas esas circunstancias para que ayudes a otros; dejan de ser barreras y bloqueos en tu vida, y se vuelven epístolas vivas capaces de sacar de la cautividad a quién vivió lo mismo que tú.
Así que ten paz, hayas llegado como hayas llegado a tu matrimonio, al igual que tu pareja, sepan que esa morada espiritual que ustedes construyeron, si ustedes lo deciden, va a ser destruída, para que puedan empezar a vivir en una morada ilimitada llena del amor de Dios.
Para llegar ahí, tenemos que dejar atrás el estado de consecuencia y empezar a movernos en estado de responsabilidad.
Extracto de Venciendo La Tormenta Perfecta por Ana Louceiro Plattner