Un gran problema que surge es cuando alguien se pone en el lugar del Padre, y este concepto no solo se opone a todo lo que es la “hijidad” y a todo lo que representa ser hijo, sino que se coloca en el lugar del Padre para proteger a otros. Aquí es donde surge una confusión muy fuerte, y Malaquías habla de que Dios haría volver el corazón de los padres hacia los hijos y el corazón de los hijos hacia los padres.
Esta situación originó un fuerte movimiento de orfandad, porque el hombre tomó el lugar del Padre. Una de las características del huérfano no solo es que sea víctima; por ejemplo, en el caso de los niños de la calle, el hermanito mayor siempre tratará de proteger al hermanito menor. Lo que sucede es que el huérfano se levanta como un padre también, diciendo: “No, yo te tengo que proteger para que me veas a mí como tu padre”. Así se dio el movimiento conocido como el movimiento de los padres, donde muchos comenzaron a llamarse a sí mismos “padres”. Decían: “Yo soy tu padre espiritual”, y así se estableció un intermediario.
Entre los hijos que estaban gestándose para madurar hacia el Padre, se impuso un obstáculo que era el huérfano, el hombre tomando el lugar del Padre. Mientras los niños pongan su mirada en el hombre, siempre permanecerán como niños porque, en el fondo, no hay hombre que pueda ser un verdadero padre. Pueden ser hermanos mayores, pero no pueden reemplazar al Padre.
Así surgió una fuerte confusión en la iglesia, ya que los hombres en posiciones de eminencia comenzaron a llamarse a sí mismos “padres”. Se decía: “Tú necesitas un padre”, y esta voz iba directamente al huérfanito dentro de la gente, al “pobre de mí”. Muchos comenzaron a decir: “Ay, sí, yo necesito un papá que me abrace; yo necesito un papito”, y se dirigían a su pastor como “papito”.
El hombre empezó a tomar el lugar del Padre cuando Jesús claramente dijo: “A nadie llaméis padre en la tierra, porque solamente hay un Padre, que es el Padre en los cielos.” Esto trajo una desgracia terrible porque aquellos que podrían haber sido levantados como hijos se quedaron en un estado de niñez, viendo al hombre.
Bendiciones amados,
Ana Méndez Ferrell