Pero en la plenitud de Dios, que solamente el Padre puede dar, es donde nos formamos como hijos. Entonces, este huérfano del que hablas es la condición de la naturaleza caída que tenemos en nosotros. No es un espíritu que se puede rechazar; decir “en el nombre de Jesús, reprendo al huérfano que está en mí, y ahora soy hijo” no es el camino correcto. Debo identificar cuáles son las actitudes de huérfanos.
Vamos a analizar profundamente cuáles son estas actitudes en las que hemos sido formados en Latinoamérica. Es muy palpable cómo la naturaleza del huérfano se ha desarrollado dentro de toda una idiosincrasia, de toda una cultura en nosotros. Y este es el enemigo más importante con el que te enfrentarás.
Desgraciadamente, uno de los temas que ha tenido la iglesia hoy en día es que se ha enfocado en Jesús de Nazaret, centrándose en Jesús y las obras que él hacía. Pero hay un terrible desconocimiento del Padre. El Padre se menciona de manera superficial, como “Padre, Hijo y Espíritu Santo”, pero se enfoca en Jesús. Jesús es quien hacía milagros; hay que confesar que “Jesús es el Señor, Jesús, Jesús, Jesús.” Esto trae un profundo desconocimiento de quién es el Padre.
Es muy importante, para crecer en nuestra identidad espiritual, dejar que el Padre se forme en nosotros. Crecemos como iglesia unificándonos, que es la característica más importante del amor. El amor unifica; la unicidad de Dios unifica en la medida en que el Padre se va formando en nosotros, y la luz empieza a resplandecer en nosotros.
Bendiciones amados,
Ana Méndez Ferrell