Jesucristo, el edificador de la iglesia. Si las puertas del infierno prevalecen contra ella, debemos cuestionar si Jesús mintió (lo cual, por supuesto, no creemos) o si no le estamos permitiendo edificar su iglesia, sino que lo intentamos hacer nosotros mismos.
Jesús afirma que esta revelación no proviene de un ser humano, sino de Dios, lo que muestra que el Padre revela la verdadera identidad a los hijos. Esta revelación se convierte en el fundamento sobre el cual Jesús edificará su iglesia. Cuando Pedro recibe esta revelación, su nombre cambia: de Simón, que es inconstante, a Pedro, que significa “roca inamovible”. Esta transformación es vital, ya que sobre esta verdad inamovible —la revelación del Padre sobre la naturaleza de Cristo— es donde la iglesia encontrará su fortaleza.
La declaración de Pedro: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, nos revela la poderosa relación entre el Padre y el Hijo. Es el Padre quien revelará la naturaleza de Cristo en la iglesia, capacitando a los creyentes para ser vencedores y llenos del poder de Dios. En este contexto, debemos enfocarnos en entender quiénes somos como hijos de Dios y en qué aspectos hemos distorsionado esta noción. La frase “soy un hijo de Dios” se ha vuelto común, pero ser realmente un hijo de Dios implica comprender quienes somos en Cristo.
Bendiciones amados,
Ana Méndez Ferrell