Es fundamental comprender la belleza de la santidad en nuestras vidas, una santidad que surge de la resurrección. Sin embargo, para que se produzca la resurrección, debe existir primero la muerte. Este concepto no se limita a la muerte como mera idea o a una posición teológica; Dios se refiere a una esencia y una sustancia genuinas.
La santidad debe habitarnos en la mente y en los pensamientos, alineándose con el cielo y la verdad divina. Esta conexión nos transforma, permitiéndonos experimentar una vida plena y autentica, reflejando el amor y la gracia que provienen de nuestra relación con lo sagrado.
Bendiciones amados,
Ana Méndez Ferrell